El espectáculo se renueva cada año, caprichosa y puntualmente. De manera natural nuestra ciudad transforma su ropaje verde en ocre y de a ratos pareciera modificar el mismo e inamovible paisaje.
En un proceso silencioso, lento e irreversible Cafayate transforma, con la llegada de cada otoño, su colorido. Los paños verdes de sus viñedos y arboledas mutan a un sepia añoso, recordándonos los ciclos irreversibles de la vida.
Como si el teatro de la naturaleza modificara su escenografía para cada acto, los espectadores atentos tienen ante si una obra colosal.
El mismo e imperturbable celeste del cielo Calchaquí modifica sus contrastes como si el espíritu travieso de Calixto Mamaní, año a año, derramara intencionalmente sobre este legendario espacio una paleta con los colores de una tierra milenaria.
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Que linda nota. Realmente es hermoso el paisaje
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