Nació el 22 de setiembre de 1923 en Salta. Fue autor de libros de poemas y de muchas canciones interpretadas por cantores argentinos.
Aunque después de terminar sus estudios primarios y parte del secundario hizo un poco de todo para ganarse la vida, trabajó preferentemente en carpintería, oficio que llegó a dominar como pocos. Sin embargo, finalmente dejó la madera para dedicarse exclusivamente a la creación. Pertenece a la generación de letristas del folklore que pusieron a Salta en la cumbre más alta del cancionero popular argentino, durante el movimiento que encumbró las expresiones telúricas, el famoso «boom» del folklore surgido en nuestro país alrededor de la década de 1950.
Escribió numerosas canciones, especialmente zambas, milongas y serenatas que le dieron justo renombre. Compuso esas piezas en conjunto con José Juan Botelli, Eduardo Falú, el «Cuchi» Leguizamón, César Isella, los hermanos Gutiérrez, Eduardo Madeo y otros compositores que pusieron música a sus exitosas letras.
Cafayate recibió del poeta los versos que dan la bienvenida a nuestra ciudad escritos en un tonel ubicado en el acceso norte:
«Moja tus pies en su arena,
entra a esta tierra viajero
y bebe de ese venero
que tiene su gente buena,
si hay algo que te encadena
y queda dentro de ti,
cuando te vayas de aquí,
llevate para tu viaje
de Cafayate el paisaje
y este cielo Calchaquí.»
A riesgo de resultar injusto, tal vez debería decirse que las más famosas fueron, probablemente, «La Felipe Varela», «Doña María Ríos» “La Carpa de Don Jaime” y «Zamba del carpintero», aunque esta enumeración necesariamente resulta muy exigua.
Escribió quince libros de poemas y tres plaquetas. Los libros fueron «Unos cuantos versos» (1961), «Tiempo de Felipe Varela» (1962), «Coplas de carnaval» (1970), «Los días ausentes» (1973), «Poemas silenciosos» (1977), «Letras con música» (1978), «Cafayate y otros temas» (1980), «Por el camino de siempre» (1982), «Enfoques» (glosas poéticas para fotografías de Antonio Chávez, 1984), «Habitantes de baldíos» (1985), «Atardeceres» (1987), «Cantología» (1988), «El caracol dorado» (1990), «Poemas vespertinos (1991) y «De este lado del río» (1993). Las plaquetas fueron «Hacia las casas enterradas» (1984), «Nartividad y tríptico» (1987) y «Plaqueta III» (1992).
Con Ernesto Cabeza escribió: «Argentina que canta», «La guitarra perdida», «La buena moza» y «La misma estrella».
A los 81 años, cuando la mayoría de los creadores se dedican a vivir con sus recuerdos, José Ríos aún seguía escribiendo y manteniendo la misma capacidad de asombro a pesar de algunos inconvenientes físicos que le impedían realizar sus antiguas caminatas.
El poeta salteño murió el 5 de noviembre de 2004.
Serían 98…