Un grupo de voluntarios trabajó un mes con docentes y alumnos del establecimiento. Los niños y niñas asistentes aprendieron nociones básicas de programación.
Los 44 niños y niñas que asisten a la escuela rural de San Pedro de Yacochuya, a 6 kilómetros del centro de Cafayate, vivieron las clases de una manera diferente durante un mes. Por las tardes les enseñaron robótica, programación, artística, inglés, hicieron radio y hasta produjeron cuentos. Un grupo de voluntarios trabajó con ellos en el marco del proyecto Circópolis Escuelas Rurales Argentinas.
La directora de la escuela General Gregorio Vélez, María Petrona Rivero, contó que el año pasado recibió una visita de Hugo Pardo Kuklinski, docente y emprendedor, y de personas de la Universidad Provincial de Administración Pública (UPAP). «Unos meses después me dijeron que Hugo había preparado un proyecto y que habían elegido mi escuela para aplicarlo», contó María.
La escuela tiene tres plurigrados y jornada completa. «Hemos cedido las horas de taller de la tarde porque veíamos que era importante lo que nos traían de estrategias, herramientas y tecnología. Los voluntarios de Circópolis trabajaron de 13 a 16 durante una hora con cada sección. Fue espectacular. Lo menos que podía hacer era abrir las puertas. Ha sido un mes de locos», señaló.
El profesor Elio Flores dijo: «Circópolis fue una gran experiencia». «La escuela siempre estuvo abierta a cambios. Estas ideas locas de Hugo nos gustaron. Participamos y aprendimos todos: los docentes y los chicos. Hugo aprendió de nosotros y de los chicos su forma de vivir y de ser. Fue un intercambio muy bueno», aseguró.
Mejorar la comunicación
La directora contó que «la debilidad de la escuela es la oralidad y la producción de textos». Por eso, el proyecto se enfocó en tratar de mejorar la comunicación y la expresión.
Los niños y las niñas hicieron un programa de radio que se puede escuchar en SoundCloud, produjeron cuentos sobre la base de historias locales que se publicarán en un libro electrónico, trabajaron con Scratch para programar código, se comunicaron a través de Skype con una escuela de Barcelona y con otra de Buenos Aires, entre otras actividades. Dentro de unos meses, se publicará el documental «Changuitos: un día en Yacochuya», dirigido por el productor Antonio Tita.
«Pensamos que fue todo provechoso. Nosotros estuvimos en las clases para aprender y después seguir trabajando con los chicos. Pero ellos se comprometieron a seguir buscando gente para que nos diera clases ad honorem», manifestó María Petrona Rivero.
La escuela contaba con 14 netbooks que casi no se utilizaban porque estaban desactualizadas. Pronto recibirán una pantalla con proyector y 30 computadoras nuevas. «Se les cumplirá el sueño de trabajar con las computadoras. Además, cuando vino Circópolis nos colocaron otra banda de internet. Así que ahora podemos trabajar en las aulas. Estamos todos contentos con lo que nos está sucediendo: docentes, chicos, padres y madres», aseguró.
«Las compus sirven para trabajar la ortografía y la elaboración coherente de los textos. Además, con lo que les enseña Konstantine, el voluntario ruso, pueden elaborar sus propios dibujos. Para ellos es una experiencia hermosa. Ahora quieren trabajar con las computadoras, ya no quieren escribir», relató.
Terminar la escolarización
La directora cree que ahora que tienen internet los chicos y chicas que salgan del séptimo grado podrían terminar la secundaria a través de un sistema virtual. Cuando había polimodal quienes terminaban el noveno año se iban a estudiar a Cafayate. Desde que no hay polimodal es muy difícil que los niños y niñas completen la escuela. «Los chicos y chicas de las nuevas promociones de séptimo año son muy chicos y no se los puede tener en una pensión por los costos y la mamá y el papá no pueden irse a atenderlos porque tienen otros hijos o trabajan en la zona», lamentó. Flores dijo que «la escuela rural en una pequeña comunidad es todo».
«La escuela rural tiene más oportunidades para que el niño aprenda en todo lugar y momento, tanto en un taller como en el recreo. Compartimos y convivimos desde las 8 hasta las 16. Es como una gran familia. El compartir, el estar y el respetarnos son pequeñas cosas que hacen que le sirvan para toda la vida al niño», concluyó el docente.
“Despertó un poquito más a los chicos”
Katherine Montesinos es una mujer peruana y vive en Cafayate junto a su esposo y su hija Isabella, que tiene síndrome de Down. Está integrada y cursa las clases normales en la escuela de San Pedro de Yacochuya.
“Cuando me enteré del proyecto Circópolis, quise apoyar en todo lo que podía. Me gusta porque despertó un poquito más a los chicos. Son tranquilos, de montaña, un poquito tímidos. Ahora son mucho más abiertos, reciben mejor a la gente nueva. Te abrazan, te saludan, te siguen, te preguntan cosas, quieren saber más de ti. Esperamos que Circópolis continúe, que no solo se quede con un proyecto de un mes. Que sea una puerta para que vengan muchas cosas más. Para cambiar la educación, no es solo un mes, es un proyecto largo. Queremos seguir con esta iniciativa”.
“Es un buen trabajo hacer aplicaciones”
Konstantine Golub nació en Siberia, Rusia. Estudió programación de robótica industrial y desde 2010 trabaja de manera independiente en internet haciendo aplicaciones para empresas.
“Un día comprendí: yo puedo trabajar en cualquier otra parte del mundo. Como solo trabajar y hacer las mismas cosas cada día es aburrido y difícil, también soy voluntario. Aquí encontré esta escuela. Es muy divertido y me sirvió para recargarme. Pienso que lo que hago es una cosa más o menos buena. Vivimos en el mundo automatizado, de tecnologías, que necesita programadores. Es una posibilidad para los niños encontrar un buen trabajo y después viajar, como hago yo. Todo depende de si ellos quieren estudiar. Siempre les digo: ‘En este mundo pueden encontrar buen trabajo si saben hacer aplicaciones’”.
“Fortalezco áreas de fotografía y arte digital”
Ileana Hoses estudió profesorado en Artes Plásticas en la ciudad de La Plata. Se fue a vivir a Cafayate hace tres meses. “Mis deseos eran encontrar una escuela rural para trabajar y se me ha presentado la oportunidad en el camino. Estoy fortaleciendo áreas de fotografía y arte digital para aprovechar los recursos tecnológicos que generalmente son aportados a las escuelas y a los que no se les puede sacar buen provecho. Los niños y niñas están en un proyecto de cuentos que van a ilustrar y digitalizar. Estoy ayudándolos a la buena interpretación de los textos para que puedan generar los personajes y contextos. Me considero una persona bastante nómade pero mi intención es siempre ir educando. Trabajar en educación y docencia es lo que amo. Yo de acá me voy con un montón de aprendizajes”.
“Quería enseñarles un poquito de inglés”
Lucy Volard tiene 23 años y es de Melbourne, Australia. Estudió una carrera en Ciencias Sociales pero su sueño es ser maestra de primaria.
“Estoy viajando por la Argentina. Buscando en internet encontré este programa en Yacochuya y me interesó mucho. Quiero ser profesora. Esta es una experiencia muy mágica e increíble para trabajar con los niños y las niñas. Son de una zona rural y no saben nada de mi país ni de mi idioma. Quería enseñarles un poquito de inglés, si es posible. Aprendieron algo de inglés pero muy simple. Es una muy buena experiencia para abrir su mente. Los chicos y las chicas están muy interesados, abiertos y felices. Cafayate es un lugar muy lindo y esta zona es increíble. El paisaje de estos lugares es hermoso también”.
Fuente: El Tribuno