Una pareja de cafayateños se presentó en la fiscalía local y expuso que un grupo de policías los detuvieron a la salida de un baile, los llevaron esposados y los torturaron.
El «submarino» con bolsas en la cabeza y corte de pelo con un cuchillo son algunos de los vejámenes denunciados.
Este lunes dos jóvenes denunciaron en la fiscalía penal local una serie de vejámenes y excesos policiales que aseguran sufrieron en la comisaría.
Los denunciantes Mariana Cruz (25) y Héctor Cruz, ambos residentes en Cafayate aseguraron que tuvieron que recurrir a una fiscalía penal porque en la misma comisaría donde habían sido torturados, el personal se negaba a tomar la denuncia.
Mariana Cruz dijo que la violencia sufrida no tiene asidero legal ya que al momento de ser privados de su libertad no estaban cometiendo delito alguno.
Dijo que en el caso que su presencia en las afueras del boliche bailable molestaba a alguien, eso no es suficiente razón para las torturas que sufrió por parte de policías.
La mujer manifestó que además de tenerlos detenidos a ella, a su esposo, y a dos personas más durante seis horas, les hicieron firmar un acta donde testigos que nunca estuvieron en el lugar aseguran cosas que jamás ocurrieron, es decir que el acta que nos obligaron a firmar era un instrumento público fraguado.
«Tuvimos que recurrir a un abogado para que nos asesore y poder poner la denuncia correspondiente contra personas que nunca quisieron identificarse dentro de la comisaría de Cafayate, pues todos a la hora de golpear se despojaron de sus identificaciones y de sus jinetas».
Mariana dijo además que la peor parte se la llevó sus esposo, a quien golpearon con saña y le hicieron el submarino seco hasta casi asfixiarlo.
«Lo peor -dijo- es que a la hora de detenernos no nos hicieron el control médico que supuestamente garantiza el protocolo policial, pero luego de la paliza tampoco se nos dio lugar a un médico para atender nuestras lesiones.
«La verdad, no sabemos si acaso figuramos en las actas de detenidos, porque sospechamos que nos tuvieron de NN durante todo ese tiempo», dijo la denunciante.
El caso
Mariana y Héctor Cruz relataron que en la madrugada del domingo estaban junto a otras dos personas en las afueras del boliche que se encuentra ubicado en cercanías del mercado municipal.
Mariana dijo que no tiene problemas en reconocer que estaba tomando un vaso de cerveza frente al boliche y que eran más o menos las 5.30 de la madrugada.
La mujer dijo que era hora de cierre y que en esos momentos llegaron dos patrulleros e inmediatamente unos cinco uniformados y una sola mujer policías los avanzaron.
«Nunca pensé que nos iban a detener.
Nos tiraron al piso y nos golpearon hasta que nos hicieron ascender a los móviles de la policía.
Lo lamentable es que a mi marido lo llevaban a los golpes en el patrullero y en mi caso el policía que me custodiaba me apretaba los pechos no sé para qué, solo por el placer de hacerme doler.
Nos bajaron como animales y adentro de la comisaría comenzaron a golpear a mi marido, Héctor Cruz.
Nadie nos dijo nunca por qué nos detuvieron.
Tal vez fue porque estábamos tomando una cerveza, no lo sabemos, pero no creo que ese sea motivo para semejante paliza».
La mujer dijo que en todo momento quiso denunciar lo que había vivido, pero que le decían hasta el cansancio que en esa comisaría no podían denunciar nada.
Luego, Mariana Cruz agregó: «Había un chico detenido cuando un policía me tiró al piso frente al calabozo. Yo estaba llorando y con una sola mano me levantó de los cabellos como en las películas de Pedro Picapiedras y me arrastró hasta la celda”.
El chico que se llama Jairo le dijo al policía «no le hagas eso, mirá que soy testigo’, e inmediatamente me soltó, lo enfrentó al reo y le dijo «¿testigo de que?’ y el muchacho se calló de inmediato».
Lo peor fue ver que Héctor Cruz «pidió sus zapatillas porque estaba tirado en la celda y un policía se las fue pateando hasta dejarla lejos del alcance de sus manos. Héctor se arrastró, sacó medio cuerpo afuera para tomar sus zapatillas y entonces le cerraron la puerta apretando su torso con la puerta hasta casi desmayarlo”.
Luego agregó “No, no hay derecho, aunque estamos pobres fuimos a conseguir dinero para pagar un abogado para poder poner una denuncia” según publicó El Tribuno.
Con angustia contó “Imagínese pagar a un profesional para poder exponer una queja formal a la Justicia, que debiera ser inmediata y gratuita. Eso lo hicimos el domingo a las 19 y ayer lunes la rubricó mi esposo Héctor Cruz en la fiscalía penal de Cafayate. Es muy difícil relatar todo esto.Son impensados los tormentos que nos aplicaron y que nadie nos explicó el motivo”.
Para terminar dijo “deben saber que seis horas después, otro personal policial nos dio la libertad pero nos obligó a firmar una carta redactada por ellos que contenía un sinfín de mentiras, supuestamente legitimadas por testigos inexistentes», contó acongojada.
Fuente: El Tribuno