Lo que empezó en la Ciudad de Buenos Aires empieza a extenderse a todo el país.
Por el sólo hecho de tener el aparato en cada habitación o en un local pagan derechos de propiedad intelectual a distintas entidades que abarcan desde autores hasta actores. La pelea llegó hasta el Congreso.
La tele está ahí, en cada habitación de hotel. Los huéspedes a veces la encienden y a veces no. Y en los bares y muchos restaurantes, los mozos la prenden y casi siempre la dejan muda. Pero más allá de si alguien la mira, tanto hoteles como bares y restaurantes tienen que pagarles los derechos de propiedad intelectual a autores, compositores, intérpretes, productores, directores de cine, actores y bailarines, ante la posibilidad de que sus obras se escuchen o exhiban a través de esa pantalla. Los empresarios se quejan de que los cánones son excesivos y argumentan que los cuartos de hotel son ámbitos privados.
Para las entidades recaudadoras, la habitación de un hotel es un ámbito público, donde poner un televisor indirectamente tiene un fin comercial. Lo mismo cabe para cualquier local gastronómico. Pero los gastronómicos y los hoteleros dicen que no hacen un uso económico de la difusión de imágenes y sonidos por tener televisores.
La polémica lleva años y recrudece una vez más, porque la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC) está en pie de guerra. El planteo de la asociación, que agrupa a cuatro cámaras del sector, es que son obligados a hacer una doble contribución, porque los canales de aire y de cable ya pagan los derechos de propiedad intelectual. «Es como que un escultor quiera cobrar cada vez que alguien va a ver su obra», compara Pablo Montes, secretario de la Cámara de Bares y Cafés de Buenos Aires.
Amparadas por la ley 11.723 de Propiedad Intelectual, de 1933, y sus sucesivas reglamentaciones hay cinco entidades que recaudan cada vez que se registra la comunicación pública de una obra protegida por derechos de autor. Son la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC); la Sociedad General de Autores de la Argentina (Argentores); la Asociación Argentina de Intérpretes con la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas (AADI-CAPIF); la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI), y Directores Argentinos Cinematográficos (DAC).»En un cuarto de hotel es incomprobable si el huésped mira o no televisión -explica Leonardo Baguette, vicepresidente 1° de la AHRCC-. El hotelero está obligado a poner ese electrodoméstico, como pone una plancha, para la categorización del establecimiento. Y a los bares se va a conversar. La tele se enciende sin sonido por los videograph con los títulos de las noticias. Es un servicio más, como ofrecer los diarios del día, que empezó por los mundiales de fútbol. La gente sólo le presta atención al televisor si ocurre un atentado».
Por eso, desde la AHRCC apoyan dos proyectos de ley, en estudio del Congreso nacional, para que las habitaciones de hotel sean consideradas un ámbito privado. «Son una continuación del domicilio privado. Además, los hoteleros pagamos por cada boca de cable, lo use o no el huésped. Y la empresa de TV por cable a su vez paga los derechos. Por eso le cobra más a un hotel que a una conexión particular. No estamos en contra de los derechos autorales, pero el sistema actual es una inequidad», dice Marcelo Giovannoni, presidente de la Cámara de Hoteles.
Desde SADAIC, Guillermo Ocampo, defiende: «La polémica ya ha sido resuelta por la Corte Suprema, que dictaminó que en los cuartos de hotel sí se está haciendo comunicación al público y, por lo tanto, deben pagar los derechos que corresponden a las entidades que los gestionan. Lo mismo resolvió la Corte europea, porque esta discusión se dio en el mundo. El cuarto de hotel ofrece la posibilidad de comunicar música a una cantidad indeterminada de personas. Si aprueban una ley para considerarlo ámbito privado, van a favorece a un sector de la actividad económica avanzando sobre los derechos de propiedad de los autores».
Por otra parte, los empresarios hoteleros y gastronómicos consideran que se cobran cánones excesivos. «Por ley, las entidades recaudadoras podrían exigir hasta el 11% de la facturación, mucho más que el 3% del impuesto de Ingresos Brutos, que después el Gobierno porteño usa para hacer obras. Después se preguntan por qué en Buenos Aires tomar un café es más caro que hacerlo en París», se queja Camilo Suárez, presidente de la AHRCC. También admite que, en la práctica, se negocia el pago de montos menores con cada entidad.
En SADAIC responden que la tarifa más alta que paga un hotel equivale al 0,65% de sus ingresos. «El resto de las entidades no supera nuestro arancel, así que el total de lo que pagan no debería superar el 1,5% -afirma Ocampo-. Y sí, negociamos acuerdos, por ejemplo de estacionalidad, para que no se aplique la tarifa por los doce meses si en algunos el hotel permanece vacío».
«Reclamamos modificar una ley de 1933, para lograr un sistema que garantice a los artistas una retribución equitativa y única. No pueden cobrar en cascada a todos y cada uno. Al que lo emite, al que lo retransmite y al que tiene el reproductor encendido al público», pide Luis María Peña, vicepresidente 2° de la AHRCC.
Ocampo asegura que no cobran en cascada, porque cada actividad empresarial realiza un aprovechamiento distinto de las obras difundidas: «Son diferentes usuarios que pagan derechos exclusivamente para lo que hacen. La televisión por cable paga los derechos por comunicar al público que son sus abonados. Los canales de aire, para hacerlo a toda la gente. Y el público que se hospeda en el hotel no es abonado al cable».