Bajo el comando de Patricia Castro, Maximiliano Bravo y Silvio Aguirre el radicalismo local sufrió una durísima derrota que lo llevó a quedar sin bancas en el Concejo Deliberante.
La gestión de Patricia Castro como presidenta de la UCR junto a Maximiliano Bravo y Silvio Aguirre llevó al fondo del abismo a ese partido de Cafayate. Lo ocurrido en Cafayate fue a contramano del desempeño que tuvo el radicalismo en el resto de la provincia con un sustancial crecimiento que lo llevó aumentar de 12 a 22 el total de bancas en los concejos deliberantes y habiendo logrado ganar, en la categoría concejales, importantes ciudades como Orán, Metán, Joaquín V. González y La Caldera.
El desempeño electoral paupérrimo dejó al radicalismo de Cafayate sin ningún cargo después de muchos años, constituyéndose en uno de los peores fracasos y derrotas sufridas por ese partido en nuestra ciudad.
Patricia Castro como candidata a diputada no llegó al 10% de los votos. Por su parte Maximiliano Bravo como candidato a concejal quedó en octavo lugar con solo 6,62% de los votos.
El manejo de la campaña tuvo condimentos de soberbia, torpezas y desprolijidades que terminaron por conformar un coctel letal para cualquier aspiración política.
Pocas o nulas propuestas, muchas críticas y demandas judiciales fueran las herramientas elegidas para la campaña con los resultados que ya todos conocen.
Entre tantas dificultades y necesidades de la comunidad, la confrontación permanente no está entre las prioridades de los cafayateños como búsqueda de soluciones. Una campaña basada en demandas judiciales y cartas documento no genera ni expectativas ni esperanzas en el electorado y solo sirvió para convertirlos en denunciadores seriales alejados de las reales y verdaderas necesidades de la gente.
Si el radicalismo de Cafayate pretende recuperar el protagonismo político y los espacios perdidos deberá primero retomar el camino de la sensatez.