Durante el sábado y el domingo fueron llegando a la cima para la tradicional misa que se realizó a las 10:00 a cargo del Padre Gonzalo Castro.
Este domingo alrededor de 200 personas volvieron a subir a la cima del cerro San Isidro como cada año para celebrar la misa del Día de la Cruz luego de 2 años que no se pudo realizar debido a la pandemia.
Desde el sábado los fieles comenzaron a llegar al cerro para armar las carpas y prender las fogatas para pasar la noche en el cerro a la esera de la tradicional misa que comenzó a las 10:00, conducidapor el Padre Gonzalo Castro en un entorno natural imponente y lleno de fieles emocionados de poder realizar nuevamente esta costumbre bien cafayateña.
Cerca de 15 carpas se pudieron contabilizar la noche del sábado con familias, grupo de scouts, parejas y amigos reunidos para disfrutar del paisaje y compartir ese momento de oración al día siguiente.
Durante la mañana del domnigo fueron llegando de a poco cerca de 100 personas más entre las que se pudieron ver gente de alrededor de 70 años hasta niños de 6 años.
Durante el domingo una niña de 14 años tuvo que ser asistida por la policía para bajar debido a una torcedura en uno de sus tobillos.
La historia del Día de la Cruz
La celebración del Día de la Cruz nace en relación con el relato del hallazgo por parte de Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. Este relato figura en los pasionarios del siglo X y puede resumirse así: En el sexto año de su reinado, el emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio. Se considera imposible la victoria a causa de la magnitud del ejército enemigo. Una noche Constantino tiene una visión: en el cielo se apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc signo vincis («Con esta señal vencerás»). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga.
De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias. Enseguida envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz a Judas (luego San Judas, obispo de Jerusalén). En el monte donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontraron tres cruces ocultas.
Para descubrir cuál de ellas era la verdadera las colocaron una a una sobre un joven muerto, el cual resucitó al serle impuesta la tercera, la de Cristo.
Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.