Desde el inicio de los movimientos ambientalistas, y particularmente desde la Cumbre de Río (Brasil, Junio de 1992) que se escucha y se habla del METANO. Pero…¿qué es? ¿de dónde viene? ¿cómo surge? ¿cómo se genera?
Si recurrimos al diccionario, encontraremos que el metano es un “gas incoloro, inodoro, no tóxico y muy inflamable, más liviano que el aire”. La información se completa refiriéndose al origen del mismo: “(…) en la naturaleza se produce por la descomposición de la materia orgánica, particularmente en los pantanos”; y agrega luego que este gas se desprende del gas de petróleo o de las turberas (humedales con una gruesa capa de materia orgánica, que cubren el 3% del suelo terrestre y almacenan 20% del carbono del suelo del planeta), del grisú de las minas de carbón (es un gas que se desprende del proceso de carbonización natural, formado principalmente por metano), entre otras fuentes, ya que las principales fuentes emisoras del metano son los humedales, el ganado y todos los procesos de generación de energía a partir de combustibles fósiles.
Se impone entonces saber para qué sirve este gas. De todos los combustibles fósiles es el más limpio, pero cuando se produce a partir de fuetes no fósiles (residuos de alimentos o residuos verdes) es CAPAZ DE EXTRAER EL CARBONO DEL AIRE, literalmente. Además de no ser tóxico ni peligroso si se inhala en pequeñas cantidades, representa un verdadero problema ambiental si una gran cantidad del metano desplaza al aire, la falta de oxígeno podría provocar asfixia a los seres vivos.
Los seres humanos convivimos con el metano, pues está presente en las tuberías de gas natural, en la producción de energía de las usinas que funcionan a base de combustibles, los sistemas d calefacción central, el secado del carbón, el combustible para vehículos, en los materiales orgánicos no separados en origen (cuyas bolsas de residuo van a parar a los vertederos o amontonamientos de basura cotidiana.
La actividad humana es la mayor fuente de emisiones de metano, a partir del uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural), de los vertederos de basura, y de las actividades agrícolas (fundamentalmente el estiércol).
Existen alimentos que contienen metano, y son las legumbres enteras, las verduras, las hortalizas y frutas crudas, ya que producen fermentación en el organismo, al igual que los lácteos, los chicles, las bebidas gaseosas. El gas se elimina una vez que los alimentos se absorben a nivel intestinal, por los pulmones, o por el ano.
El contacto de las personas con el metano causa dolor de cabeza, mareos, debilidad, náuseas, vómitos, pérdida de la coordinación, aumento de la frecuencia respiratoria y pérdida del conocimiento.
El exceso de metano provoca que la atmósfera retenga más calor del necesario, y esto contribuye al calentamiento global. Por eso, el protagonismo del metano en el efecto invernadero, aunque no es el único gas que lo provoca.
A los seres vivos y fundamentalmente a quienes tenemos la capacidad de decidir, nos toca una gran responsabilidad: la de reducir día a día, las emisiones de gases nocivos a la atmósfera. Desde las acciones pequeñas, es posible mejorar la situación del planeta. Y una vez más, DE NOSOTROS DEPENDE.
Por Mirian G. LAMAS RIVERO.