Desde finales de la década de los 90, en el siglo pasado, se ha comenzado a hablar de las emisiones nocivas para el ambiente.
Desde los años ´90 circulan nombres de gases rotulados como tales: dióxido de carbono, metano, CFC, entre otros. Y aunque al principio se habló de un “agujero” en la capa de ozono, la situación no es tal ya que se trata de un adelgazamiento notable causado por sustancias compuestas: clorofluorocarbonos (CFC), hidroclorofluorocarbonos (HCFC), halones, bromoclorometano, hidrobromofluorocarbonos (HBFC), metilcloroformo, tetracloruro de carbono, bromuro de metilo, entre otros.
Los clorofluorocarbonos (CFC) son sustancias derivadas de los hidrocarburos saturados obtenidos mediante la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de cloro y flúor, principalmente. Estos compuestos son una “familia” de gases usados ampliamente durante el siglo XX, desde su creación en 1928 hasta que algunas investigaciones demostraron su nocividad para la atmósfera y por eso fueron prohibidos los productos que lo contenían, esto es gases refrigerantes de los vehículos y en los propulsores de los aerosoles. También están presentes en los aislantes térmicos y en las algunas pinturas.
Hay una clasificación de los CFC: CFC-12, CFC-11, CFC-14. Aquí, detalle y descripción de cada uno de ellos:
• El CFC-11 es un líquido que hierve a temperatura ambiental, y desde sus inicios se ha usado para formar agujeros en productos de espuma blanda, utilizada en almohadas, frazadas acolchadas, almohadones, asientos y rellenos de los automóviles. También se ha utilizado para aislantes de heladeras, congeladores y edificios; estos productos han sido requeridos en los últimos tiempos por el interés en conservar la energía.
• el CFC-12 es el utilizado en los acondicionadores de aire de los automóviles, liberándose a la atmósfera durante su uso y servicio; este gas es capturado una vez que han dejado de funcionar en los vehículos. Después der la 1ª Guerra Mundial se descubrió que vaporizando el CFC-12 en estado líquido, podía utilizarse para lograr burbujas en plásticos de espuma rígidos usados como aislantes térmicos; el problema es que el gas se libera inmediatamente durante la formación de láminas de espuma que se utilizan aún para envasar alimentos en supermercados y locales de venta de comidas rápidas.
• El CFC-14 es un compuesto utilizado ampliamente (aproximadamente 2kg/metro cuadrado) para limpiar grasa, pegamento y residuos de soldadura en paneles de circuitos electrónicos después de su fabricación. Aunque muchos fabricantes han cambiado algunos procesos de fabricación, para no tener que usar líquidos de limpieza, el problema es que este CFC al llegar a la atmósfera se descomponen fotoquímicamente liberando átomos de cloro.
• El SDO es una sustancia que afecta significativamente la capa de ozono, y se ha utilizado como disolvente y durante la fabricación de CFC-11 y CFC-12. Es el compuesto que se utiliza en las tintorerías para la limpieza en seco.
• El metilcloroformo ha sido producido en grandes cantidades y utilizado en la limpieza de metales; aunque casi la mitad se ha eliminado en la tropósfera por reacción del radical hidroxilo, el resto migra hacia la estratósfera.
En estos días el SDO y el metilcloroformo son responsables de la mitad de la emisión de cloro a la atmósfera.
En 1987 se ha firmado el Protocolo de Montreal, para controlar la producción y el consumo de sustancias que afectan y destruyen la capa de ozono. Allí se acordó el año 1996 como fecha límite para abandonar definitiva y totalmente la producción y consumo de los CFC en los países desarrollados, y el año 2006 como fecha tope para países en desarrollo. Los productos en cuestión sólo están permitidos para usos esenciales y siempre que no existan alternativas viables tanto en lo técnico como en lo económico.
El problema es que estos compuestos muy volátiles y de gran estabilidad química persisten en la atmósfera entre 50 y 200 años, y además de no se destruirse en la parte inferior de la atmósfera, y suben hasta la estratósfera donde se acumulan y se disocian por la acción de los rayos ultravioleta liberando cloro, que afecta directamente la capa de ozono, cuyo mayor adelgazamiento se ha localizado sobre el hemisferio Norte y la Antártida en las décadas de los 70 y 80.
Lo más importante y esperanzador es que no hay obstáculos para eliminar los CFC, y la buena noticia mejora al saber que este gas puede incinerarse en hornos especiales que pueden descomponer las moléculas en una mezcla benigna y amigable para el ambiente.
¿Qué alternativas hay, en este caso? Las nuevas tecnologías proponen compuestos como los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC), como el isobutano o el dimetil éter, mezclados con agua para reducir la inflamabilidad; del mismo modo, se propone el uso de hidrocarburos como agentes para la formación de burbujas en la fabricación de espumas, aunque el aislamiento para refrigerar está siendo paulatinamente reemplazado por paneles rellenos sólidos sellados al vacío. Y en la industria electrónica se están usando detergentes y desarrollando sistemas de limpieza cada vez más “verdes”. En cuanto a los sistemas de aire acondicionado y refrigeración es algo más complejo, pero ya existen algunos que combinan la refrigeración por evaporación y desecantes para secar el aire frío.
Y nosotros, ¿qué podemos hacer? Aquí, algunas sugerencias:
1. Evitar el uso de productos en aerosol: desodorantes (preferir los de barra, a bolilla o en crema), desodorantes ambientales (usar productos naturales y ventilar los ambientes), elementos para afeitarse (usar jabón o crema para afeitar). IMPORTANTÍSIMO: leer las etiquetas de los productos antes de comprarlos!
2. Preferir fijadores de cabello en gel.
3. Procurar el uso de insecticidas naturales.
Finalmente, y como en todas las cuestiones referidas al cuidado del Medio Ambiente, muchas de las decisiones que harán la diferencia nos involucran cotidianamente… así que DE NOSOTROS DEPENDE. La suma de pequeñas acciones lograrán el cambio que queremos.
Por Mirian G. LAMAS RIVERO.