A principios del presente siglo, la clave de los daños causados al Medio Ambiente, es una sola: las emisiones de Dióxido de Carbono.
Aunque gran parte de la comunidad científica mundial dice que el mayor daño ambiental lo causan los gases de efecto invernadero, culpables del calentamiento global, es bueno ocuparse de todas las emisiones nocivas.
Antes de la expulsión de gas de los vehículos, no se había normalizado mundialmente ningún criterio de restricción, y no había conocimiento cabal sobre la importancia del daño ambiental. Pero a final del siglo pasado y principios de los 2000, se comenzó a pensar en una forma menos destructiva por parte del proceso de funcionamiento de los vehículos, en base a las conferencias de la Convención Marco de la ONU de 1992. Así se empezó a discutir la forma de disminuir las emisiones de dióxido de carbono, y se hizo foco en los vehículos que usan combustibles fósiles y/o sus derivados como grandes agentes “productores” de este tipo de emisiones.
Así comienza la historia del medio de transporte amigable con el medio ambiente, denominado “vehículo ecológico”, cuya característica principal es que entre el funcionamiento del motor y la energía de propulsión, emiten menos de 120 gramos de dióxido de carbono por cada 100 kilómetros recorridos. Además, no debe emitir ninguno de los gases que producen el calentamiento global (metano, hidroclorofluorocarburos, óxido nítrico, hexafluoruro de azufre y perfluorocarbonos).
Finalmente, para ser considerado como tal, el vehículo ecológico debe estar fabricado por lo menos con un 5% de material plástico reciclado, y el restante 95% restante debe ser reutilizable para fabricar otros vehículos (pautas de la Comunidad Europea, 2002). Y surgen así, como corresponde, la responsabilidad de entregarlo en lugares puntuales al momento de deshacerse del vehículo, como ya sucede en varios países de Europa.
Ahora bien, ¿qué combustibles usan estos vehículos?
Es bueno tener en cuenta que el objetivo de este tipo de vehículos utiliza la tecnología “downsizing”, que consiste en reducir la cilindrada (en litros) y aumentar la potencia (en HP o CV), para reducir el consumo y la emisión de gases contaminantes. Se utilizan los biocombustibles (combustibles de origen vegetal, como el bioetanol o el biodiesel); la pila de combustible de hidrógeno, que no se agota ni requiere recarga, es de combustión fría y convierte la energía química en energía eléctrica útil para el vehículo, a partir de cualquier combustible.
Algunos vehículos “verdes” llevan motores eléctricos híbridos, y son capaces de circular hasta 55 km con energía acumulada en una batería de litio recargable en cualquier enchufe de 220 V; tienen también un pequeño motor turbodiésel que recarga la batería, logrando una autonomía de unos 700 km. Los vehículos de este tipo producen una contaminación de unos 40 gramos de dióxido de carbono.
En nuestro país, está en crecimiento el interés del público por los autos eléctricos (citycars), de modo tal que este año parece ser el inicio del desarrollo de la movilidad eléctrica nacional: en el 1er semestre de este año, hubo un crecimiento de casi un 30% en las propuestas del mercado. Así nació TITO, de la empresa puntana Coradir, el auto eléctrico más vendido. Hay otras opciones: el VOLT, el SERO ELECTRIC, y el CR2.
TITO tiene 2 versiones, con seis variantes; puede tener 3 o 5 puertas; el de 5 puertas tiene dos alternativas de batería, para 100 o 300 km de autonomía, puede tener o no aire acondicionado. Tiene batería de litio de 8kwh (o 21 kwh, la opción de alta gama), chasis de acero y carrocería de chapa autoportante, su motor tiene 4,5 Kw de potencia y alcanza una velocidad máxima de 65 knm/h. su precio: U$S 17MIL (modelo base, de 3 puertas), o U$S 23350, el modelo más completo.
Aunque muchos tengamos ganas de decir “déme 2”, no siempre nuestros bolsillos lo permiten. Aún así, si se vehículos ecológicos se trata, la opción más popular es la bicicleta… hasta que podamos tener uno de estos TITO en nuestras vidas.