Hace ya un tiempo que se levantan voces expresando su disconformidad con las dificultades originadas en los vertederos de basura que han pululado a lo largo y a lo ancho del planeta y en todos los casos, siempre el culpable es OTRO.
No es ningún secreto que casi toda la basura que producimos va a parar al vertedero, si no hay, o nos queda lejos, los seres humanos somos lo suficientemente creativos como para inaugurar un vertedero nuevo, que luego irá creciendo con el aporte de quienes encuentran un lugar más cercano para dejar “olvidada” allí su basura.
Del total de producción de basura, alrededor del 60% puede reciclarse.
Por otra parte, muchos de los residuos sólidos que producimos están compuestos por elementos inflamables o combustibles, de gran poder corrosivo y de la suficiente toxicidad como para ser considerados serios riesgos para la salud pública.
En general, los vertederos afectan al ambiente, desde el momento que son depositorios a cielo y a suelo abierto. Las napas subterráneas, más tarde o más temprano, reciben los lixiviados de tanta basura amontonada, y ello afecta directamente al agua que beberemos. Y, por si fuera poco, estos depositorios de basura son frecuentados por personas que buscan papel, cartón, ropa, utensilios, y hasta comida, y por animales que se alimentan de residuos contaminados, lo cual no hace otra cosa que extender la peligrosidad de los amontonamientos de basura, sin importar el tamaño o magnitud de los mismos.
En los cursos de agua y en los mares, el panorama no es mucho mejor. Se estima que alrededor de 200 millones de kg de envoltorios plásticos, envases y enseres de pesca integran la tristemente famosa “isla de basura” que se ubica en el océano Pacífico.
El consumismo ha hecho muy bien su trabajo: en los últimos 60 años, el volúmen de basura no natural generada por los seres humanos ha aumentado en un 300%. Esto significa que cada persona que habita el planeta Tierra produce durante su vida, en promedio, unas 500 a 600 veces su propio peso de la edad adulta.
¿Qué hace falta, entonces?
Nada más (y nada menos) que SENTIDO COMÚN, que es el menos común de los sentidos. Esto significa, entre otras cosas, que debemos:
- Preciclar.
- Reducir la propia producción de basura no natural.
- Reciclar todo al máximo.
- No generar nuevos vertederos de basura.
- Cuidar los árboles.
- Formar conciencia en nuestros grupos más cercanos.
Son acciones simples, pero lo suficientemente importantes como para cambiar el mundo en que vivimos. Hay que dejar de quejarse, dejar de culpar al OTRO, y comenzar a hacernos cargo de lo que nos toca. DE NOSOTROS DEPENDE.
Por Mirian G. LAMAS RIVERO