La fundación del Hospital Nuestra Señora del Rosario se realizó en el año 1.875, por doña Isabel de la Quintana, que presidía un grupo de señoras (entre ellas, Celestina de Brachieri, Camila Quintana de Niño, Carmen Diez de Frías, Rosa Niño, Jacinta de la Quintana, Pilar de Erazu, Manuela Lema, Mercedes Erazu, María Peñalva y Beatriz Saravia) que habían hecho construir tres piezas y un zaguán en un terreno donado por doña Camila Quintana de Niño.
En el año 1.876, la Sociedad de Beneficencia de Cafayate, siendo presidenta en esta ocasión doña Celestina de Breacheri, resuelve la construcción de otra sala y al año siguiente es nombrado Presidente de la Sociedad de Beneficencia Julián Toscano.
En ese tiempo los recursos para el mantenimiento del hospital eran de donaciones, rifas, suscripciones y ayuda de los vecinos, al mismo tiempo que se recaudaba fondos para la ampliación del hospital.
El 30 de agosto de 1.891, en una asamblea presidida por Julián Toscano, se resuelve la construcción del nuevo edificio en los terrenos donados por doña Camila Quintana de Niño y los comprados a Jacobo Peñalva. El 23 de abril de 1.893, se realiza la ceremonia de la bendición de la piedra fundamental y el 13 de marzo de 1.896 el nuevo hospital (ubicado en las actuales calles Vicario Toscano y 9 de julio) abre sus puertas a la atención al público.
Uno de los primeros médicos del hospital fue el Dr. José María Juárez, Don Cacho nos comenta, en sus memorias los recuerdos de médicos, enfermeros y personal del hospital en la década de 1940.
«En 1930 ya apareció el Dr. José Lovaglio, el otro médico era don José Vasvari que vivía en Animaná, el Dr. Julio Ibañez que se casó con la hija de Virgilio Plaza y se quedó a vivir en Cafayate. El dentista era Don Carlos Ibarguren. Estos eran los médicos entre la década del 30 y el 40.
El Dr. Lovaglio armó su equipo de colaboradores, en ese entonces estaba doña Aurora Remi, que era enfermera y partera. Después venían los enfermeros entre los que recuerdo era el ´Pipi´ García, mi hermano Beto, mi cuñada Salomé, Sabina Condorí, Emilia, Tita García, Yapura, Ester Ballesteros y Argentina.
El personal de cocina, me acuerdo de una señora de apellido Yampa y mi hermana también. El personal de limpieza era fundamental porque toda la salud dependía de la limpieza, en ese entonces estaba doña Vicenta Chávez, doña Olga Ríos y Aidé Carrizo. Para mí en el hospital, todo brillaba.»
Además del hospital para cuidar de la salud de la población también existían farmacias y droguerías (que en ese entonces eran conocidas como las choguerías) Don Cacho a propósito nos dice:
«Cuando el médico recetaba algo, las recetas salían a la mañana y recién a la tarde tenían que pasar a buscar la medicación porque las tenían que preparar en los laboratorios de las farmacias del pueblo.»
En la salud de la población del Cafayate de antaño eran muy importantes también los curanderos del pueblo. Don Cacho nos comenta:
«El doctor Lovaglio mandaba los pacientes a las curanderas de Cafayate para la cura del pulso, la persona que lo padecía se notaba porque no tenía valor, no se sabía lo que le estaba pasando, le dolía mucho la cabeza y le curaban con masajes.
Doña Teodora Casimiro, Doña Petrona Rojas, Doña Ballestero, Petrona López, Antonio Mamaní. Todas esas personas curaban del empacho, del susto etc.
Había un señor de apellido Moya cuya especialidad de él era curar los testes. El los hacía desaparecer y hacía un recorrido por todo el Valle calchaquí.»
En otra oportunidad continuamos con el oficio del curandero en Cafayate, por ahora antes de despedirnos de este fragmento de la historia del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Cafayate, vamos a relatar una anécdota del doctor José Antonio Lovaglio:
«Corría el año 1935 en un día del mes de abril, estando en Cafayate, a la dos de la tarde recibo un telegrama de Santa María (Catamarca) que decía: “Venga a operar apendicitis”. De inmediato, preparo la caja con instrumentos para estómago, el aparato de anestesia, los tambores de gasas, delantales, compresas y guantes esterilizados; los envuelvo en sábanas, los cargo en el automóvil Ford (modelo que hoy está en los museos) y parto hacia el pueblo de Santa María.
Llego a la casa del rector de la Escuela Normal de Maestros, profesor Letrora, y al examinarlo observo que presentaba un vientre en tabla que al palparlo acusaba un intenso dolor: Era el cuadro completo de la úlcera de estómago perforada.
El paciente me dijo: “si no hay más remedio opéreme”. Improvisamos un quirófano, el colega que me ayudó a operar fue el doctor Martín Mena, talentoso médico práctico. La anestesia general la confié al Comisario Policía de la localidad, don Miguel Aguirre, el cual me decía “no me animo a hacer una cosa que no sé hacer, ni la he visto nunca”. Pero ante la urgencia el comisario acepto ayudar. La anestesia la dio perfecta el comisario, cumpliendo al pie de la letra las indicaciones del cirujano. El enfermo se durmió sin dificultades y terminada la operación, despertó como de un sueño normal sin molestia alguna.»
“En el telar del tiempo, la historia se teje, hilos del pasado, hilos de memoria, momentos que florecen y brotan en el presente, tejiendo la trama de lo que somos y acontece”
Por: Cacho Royano y Matías Maita
Foto colaboración familia Auligine Lestar: Hospital de Cafayate Nuestra Señora del Rosario
Mi más sinceras felicitaciones por tantos valiosos recuerdos y anécdotas. Mujeres de antaño valerosas que hicieron patria. Y sí! en menor medida los hombres. Por qué no reconocer.
Cafayate tierra de un rico historial que lo hace de un trascendente presente.