Las contingencias climáticas condujeron a una de las peores cosechas de la historia. A la falta de volumen, se sumó la menor demanda por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Las bodegas argentinas están pasando una muy mala temporada. Sus ventas se desploman dentro y fuera del país, y sólo la mejora de los precios internacionales permite atenuar el impacto de la caída.
En exportaciones, según datos publicados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), las ventas de vinos embotellados acumulan una fuerte baja del 21,7% en los primeros ocho meses del año.
En detalle, en los primeros ocho meses del 2022 las empresas locales enviaron al exterior 129,8 millones de litros de vino en botella, mientras que en igual período de este año exportaron 101,6 millones de litros en ese formato. Eso significa que en un año dejaron de vender 28,2 millones de litros de vino a los demás países.
Esa diferencia se tradujo en una caída de USD 94 millones para las bodegas exportadoras. Las firmas locales facturaron USD 529,8 millones en los primeros ocho meses de 2022 y registraron ventas por USD 435,8 millones en igual período de este año (-17,7%). La caída pudo ser peor, pero el mal desempeño del sector vitivinícola se vio en parte compensado por la mejora de los precios internacionales. En el promedio enero-agosto, el valor medio de dólares por litro mejoró de USD 3,86 a USD 4,23.
Sin respuesta en el interior
Los números del mercado externo muestran una caída contundente, pero en lo que a volumen se refiere, es la baja de las ventas en el mercado interno la que realmente marca la diferencia. Si bien la retracción de los primeros ocho meses del año fue menor en términos porcentuales (-13,1%), las estadísticas publicadas por el INV revelan una baja de 340,6 millones de litros de vino embotellado vendidos entre enero y agosto del 2022 a 296,1 millones comercializados en el mismo período del 2023. La diferencia, entonces, fue de 44,5 millones de litros.
A diferencia de otros años, las bodegas no encontraron alivio en el tetrabrik, el segundo envase más vendido del mercado interno. Por el contrario, las estadísticas muestran una baja del 8,9% en el volumen vendido del vino en cartón, lo que se traduce en otros 16,8 millones de litros que se dejaron de vender entre un año y otro.
En total, considerando todos los productos vitivinícolas y sumando tanto las ventas al interior como al exterior, el sector vitivinícola dejó de vender 113,5 millones de litros de vino en los primeros ocho meses de este año.
Menos volumen, menos ventas
Son varios los factores que condicionan el presente de la vitivinicultura argentina. Sin ninguna duda, uno de los más relevantes es la poca cantidad de vino que se produjo durante este año, producto de la mala cosecha. De acuerdo a los números del INV, la temporada 2023 fue una de las peores de la historia en términos de volumen.
Los viñedos se vieron afectados por la falta de lluvias, como muchos otros productos del agro, pero también soportaron olas de calor extremas, heladas y fuertes tormentas de granizo a pocos días de la cosecha. La merma se tradujo por supuesto en menos uva y menos vino en el mercado.
La baja oferta, a su vez, aceleró el ritmo de aumentos de precios. De hecho, el Indec informó que el litro de vino común aumentó un 88% en los primeros ocho meses del año, es decir 7,8 puntos porcentuales más que la inflación promedio (80,2%). También acumula una suba superior en el acumulado de los últimos doce meses (139% contra 124,4% del IPC).
En ese contexto y teniendo en cuenta que a los salarios de los trabajadores les está costando mucho seguir la evolución de los precios (recién en julio mostraron una leve ventaja contra el IPC), no es ilógico que se produzca una caída en las ventas de vino. Tanto economistas como referentes de la industria coinciden en que el vino, sobre todo el de los segmentos medio y alto, no es un bien de primera necesidad, por lo que es habitual ver una caída de ventas en período de pérdida de poder adquisitivo de los salarios.