A pesar de la existencia del Hospital y del personal especializado en ciencias de la salud, a veces, los cafayateños preferían recurrir a curanderos y curanderas, quienes –gracias a sus conocimientos ancestrales sobre algunas plantas y sus propiedades medicinales- curaban el susto, empacho, etc.
“El curandero era, digamos, lo más común, lo más rápido. Mientras que, ahora, todavía es vigente…ese servicio. No son muchos, pero es aún vigente esa costumbre de ir al curandero más que al médico” (Santos Vázquez).
Don Cacho Royano nos cuenta que en la década del 40 el Dr. Lovaglio mandaba los pacientes a las curanderas de Cafayate, en el caso de la cura del pulso, la persona que lo padecía se notaba porque no tenía valor, no se sabía lo que le estaba pasando, le dolía mucho la cabeza, y le curaban con masajes. Doña Teodora Casimiro, Doña Petrona Rojas, Doña Ballestero, Petrona López.
Todas esas personas curaban del empacho, del susto etc. y había un señor de apellido Moya cuya especialidad de él era curar los testes. El los hacia desaparecer, y hacia un recorrido por todo el Valle calchaquí.
“La señora [Teodora] Casimiro (…) era muy buena curandera. A esa señora la han buscado muchísimo (…). Doña Teodora era una señora que curaba a los chicos del empacho, del susto, de los huesos (…). Quebraduras ya no curaba. Te dan masajes los curanderos, también te daban baños de yuyos, cosa que los huesos se fortifiquen más. Baños de yuyos, de diferentes yuyos. (Azucena Mendoza) A propósito, del contexto de mediados del siglo XX en Cafayate, nos comenta Paula Cutipa. Llegué a conocer a Serapia Liendro de Jasimana paraje el Cardón, ella me
contó que trabajó en el hospital cuando estuvo el Dr. Lovaglio.
Ella era joven en ese tiempo, luego regresó a su lugar de origen. Allí fue considerada como una médica del lugar, las personas recurrían a ella que hacía uso de la experiencia que había adquirido en el hospital y el saber heredado de las yerbas medicinales de sus ancestros. Cuando se encontraba ante un caso complejo que no era para médica campesina le informaba al paciente que debía ir a un médico del hospital.
Era la curandera, la partera del lugar, también llevaba a cabo el manteo tanto a hombre como mujeres. A las mujeres para acomodar el bebé en el vientre. A los hombres se lo manteaba para acomodar el pulso del ombligo o la paleta del pecho. Al ser abuela vino a vivir a Cafayate y murió a los 99 años. Las personas que solían venir de la montaña la visitaban trayendo presente. La llamaban Mamita Serapia.», contó Royano.
Otro curandero conocido en Cafayate era Don Antonio Mamaní. “Sí, Don Antonio Mamaní… sí, era muy bueno (…) [decía] que Dios le ha dado el don, yo le preguntaba y ¿Cómo es que sabe tanto usted? Y él decía: ´y bueno porque Dios me ha dado el don´. Pero él miraba la orina, y ya sabía enseguida lo que tenías”. comentó Cacho Royano, en la columna de historia de los viernes en el progrma En Modo Mañana.
«Otra curandera famosa era Doña Santos Taritolay. Curar a los hijos formaba parte de la vida de los cafayateños, niños que acompañaban a sus padres o los que jugaban en el río y, los más pequeños, así lo recuerda Azucena Mendoza: “era el Tito el que estaba enfermo, se le había salido el ombligo porque en el tiempo que había salido la partera le cortó largo (el ombligo), por eso salía pa’ fuera un poquito, y bueno todos me decían que marque con la higuera (…). Le tenía que tener así (el pié del niño) y con el cuchillo cortar la corteza y después se va cerrando, cerrando; solo se va cerrando la partecita y al cerrarse eso le cierra el pupito y el secreto es rezar y rezar». Anécdota aportada por Azucena Mendoza.
Técnicas para curar distitnas dolencias
En la década de 1950 Pablo Fortuny escribe su libro de “Supersticiones Calchaquies” donde detalla todas las costumbres medicinales que tenían los habitantes del Valle Calchaquí por ese entonces, vamos a detallar solo alguna de ellas:
• El orzuelo se cura con un anillo de oro, caliente, pasándolo por el ojo.
• También al levantarse, saludando al mortero: “Buenos días, señor mortero, aquí le traigo este orzuelo, para su consuelo”
• Para la puna té de chachacoma.
• Cuando el caballo sufre de dolor de panza, una melliza debe hacerle fricciones.
• Cuando un animal le da el aire hay que atarle un hilo colorado en la pata.
• Para sacar los testes se traza con sal una cruz en cada verruga, luego la sal usada se tira de una sola vez hacia atrás por el hombro izquierdo y santo remedio.
• Para curar a un chico de “mal genio”, la madre con el niño se envuelve con el mismo rebozo, y se quema lana negra (se pone brasa en una cuchara y encima la lana), y se le hace aspirar el humo al chico.
• Curación por la piedra del rayo. Es una piedra que se saca donde ha caído un rayo: con agua en los dedos se la refriega en toda la superficie, dejando caer el líquido en un recipiente. Y el agua se la bebe como remedio.
• Para el hipo tomar tres tragos de agua sin respirar o ponerse un hilo colorado en la frente.
• Contra el insomnio, poner un pedazo de pan bajo la almohada.
• El lobanillo (bulto de la muñeca, hinchazón) se cura haciéndose morder la muñeca con una mujer en cinta.
• Para los dolores de cabeza y lastimaduras se compone un polvo de hiervas de romero, rosa blanca y sal de Cumpas (sal de chile, relumbrosa)
• Para el reumatismo, hay que pasarse la grasa de comadreja por la parte dolorida.
• El perro pila es remedio para el reuma. La parte dolorida se calienta poniéndole encima del perro.
“En el telar del tiempo, la historia se teje, hilos del pasado, hilos de memoria, momentos que florecen y brotan en el presente, tejiendo la trama de lo que somos y acontece”.
Por Cacho Royano y Matías Maita
Cacho y Matías. Placer y nostalgia traer a la memoria el rico pasado del quehacer cafayateño. Felicitaciones.