Por Andrés Mendieta
“Soberano señor. Decidido en todo tiempo a sostener con mi vida los sagrados derechos de la patria, en medio de las oscilaciones, que ocasiona un Estado indefinido; puede Vuestra Soberanía considerar cuál sería la alegría, que tome en la declaración solemne de vuestra deseada independencia… Descanse vuestra soberanía que hoy mas que nunca me empeñare con la numerosa familia que comprende los pueblos de mi mando, en dar a conocer las obligaciones de los pueblos, y la necesidad forzosa de morir o vencer en defensa de sus derechos…”
–Oficio del gobernador Martín Miguel de Güemes al Soberano Congreso General de las Provincias de la Unión, desde Jujuy el 2 de agosto de 1816-
En la historia de nuestra patria dos fechas jalonan el nacimiento de nuestra Independencia y tiene en sí el simbolismo augusto de la esencia misma de la Nación : el 25 de mayo y el 9 de Julio.
En 1816 la situación del país era caótica y difícil, amenazada no sólo desde afuera por las fuerzas realistas que amenazaban permanentemente invadirnos desde el Alto Perú y eran rechazadas por Marin Miguel de Güemes, sino que debían también afrontar una profunda crisis interna. Las provincias del Litoral estaban ausentes en ese Congreso, y a la sazón se reunían en Concepción del Uruguay convocados por José Gervasio Artigas. Dentro de su propio seno se agitaban también en diversas tendencias sobre la forma como debía organizarse el país. Mientras unos pretendían darle forma monárquica e entronizar a un monarca incásico, otros soñaban con implantar una monarquía europea, en tanto que muchos propugnaban el sistema republicano de gobierno.
En medio de ese caos político y militar, San Martín desde Mendoza, donde preparaba su expedición libertadora, instaba a esos hombres a dar un paso declarando la Independencia Nacional.
¡Mueran los porteños!
Después de la asamblea de 1813, que no había dado resultado práctico alguno, mientras otros patriotas consideraban la necesidad de convocar a un congreso que gozara de su dignidad y soberanía. Tenia que efectuarse en una tierra neutral y con las garantías necesarias. Se eligió a Tucumán.
Todas las provincias deberían elegir sus representantes.
En esos momentos es preciso insistir, aunque no sea más para dejar constancia del hecho como antecedente de lo que mas tarde ha costado, en sangre y dificultades, la definitiva organización de la Republica Argentina, que el factor principal de todos los males que hemos sufrido ha sido esa odiosa rivalidad entre provincianos y porteños.
El mismo Bartolomé Mitre en su historia de Belgrano, según un informe del doctor Antonio Sáenz, dice que las elecciones a Diputados al Congreso Nacional se efectuaron en Salta, al grito de: “¡Mueran los porteños!”.
Pero veamos que aconteció en Salta en los momentos previos al Congreso que declaró “la Independencia de las Provincias Unidas de Sud America”
Por ejemplo, el 9 de marzo de 1816 se reunió el Cabildo con el objeto de considerar como único punto: “la asignación que debía hacerse a los diputados nombrados por el Congreso después de examinada la materia teniendo consideración a la escasez de los fondos públicos, se regulo en la cantidad de mil y quinientos pesos a cada uno de los individuos debiéndoseles dar por razón de viáticos para su trasporte al punto al punto del Tucumán donde deben celebrarse las primeras sesione” según dice el acta correspondiente. Asimismo se declara que quinientos pesos deberían “extraerse de las cajas nacionales”
El 20 de abril se designó al coronel José de Moldes y a los doctores José Ignacio Gorriti y Mariano Boedo como diputados al Congreso con “todos los derechos, privilegios, fueros y prerrogativas que les corresponde”. Trece días después Martín Miguel de Güemes, en su calidad de gobernador de Salta, envío un oficio al Congreso expresando su solidaridad y al mismo tiempo dice: “De las enérgicas resoluciones de Vuestra Soberanía depende la libertad y felicidad eterna del mando americano; y estas son las que rendidamente implora este Gobierno en obsequio del interés que en ella ha tomado”
El 15 de mayo el Cabildo se reunió nuevamente ante la presencia del Gobernador Martín Miguel de Güemes, del sindico procurador Severo Victorino Alvarado, del Cabildo Eclesiástico, de sacerdotes pertenecientes a diferentes congregaciones religiosas, alcalde de barrios, numerosos vecinos con el objeto de prestar juramento de lealtad al Congreso General de Representantes de las Provincias Unidas que deliberaban en Tucumán y como así el reconocimiento del Supremo Director Juan Martín de Pueyrredón, designado por el mencionado Congreso. En momentos en que se celebraba esta reunión las campanas de los templos repicaban en la plaza se hicieron varis salvas de cañones. Al día siguiente autoridades y vecinos participaron en la Catedral de una misa y de un Tedeum “para tributar al Señor de las Misericordias las gratas lagrimas de amor y reconocimiento”
“Estas Demostraciones deben ser a los ojos de Vuestra Soberanía documentos indudables de mi pueblo desempeñara con esplendor todas las obligaciones políticas y morales que imponen la representación de un poder soberano” dice Güemes en un oficio del 19 de mayo que enviara al Congreso de Tucumán.
El Cabildo de Salta, muy celoso de las arcas de la provincia exhaustas por los gastos que demandaba la guerra por la Independencia, derivó al apoyo de los vecinos para poder sufragar la participación de los diputados Boedo, Gorriti y Moldes en el Congreso.
La respuesta fue muy reticente y la contribución de los alcaldes de barrio alcanzo a “trecientos cuarenta y tantos pesos”
Por su parte, José de Moldes que se encontraba en Córdoba solicito al Cabildo el envío de los viáticos y subsistencia enviándosele solo los “trescientos cuarenta y tantos pesos” que aludo con anterioridad.
De la búsqueda de otros antecedentes sobre la ayuda de los diputados no ha surgido nada que los mismos debían contar con asesores, secretarios, gastos, de representación y pasajes para sus traslados semanales o mensuales para recibir instrucciones que podían impartirles sus amigos hoy su nucleamiento político. Todos estos gastos, a cargo del erario público. Otros tiempos y otros hombres.
A Mariano Boedo le cupo firmar el acta de la Independencia en su calidad de vicepresidente del Congreso y a Gorriti como representante. En lo que se respecta a Moldes – que aspiró en su momento ser designado Director Supremo impulsado por diputados del interior- “como un rayo fulgurante que enciende el firmamento de luz, penetra en la augusta asamblea, y choca, y se escapa, siempre como una luz para arrojarse a las dilatadas regiones de los nuevos estados, incendiando en libertada a los pueblos”, al decir por Miguel Ángel Vergara. Moldes no pudo integrarse al Congreso por presión de los porteños.
Para concluir esta nota sobre “Salta y el Congreso de Tucumán”, al celebrarse un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia Nacional debo decir que el 17 de diciembre de 1816 el Cabildo, en acuerdo extraordinario, reconoció todo lo actuado por el Congreso de Tucumán el 9 de julio, de ese mismo año.